domingo, 7 de octubre de 2007

López, a secas

La primera vez que me di cuenta que respiro fue cuando tenía cuatro años en el cuarto de mis papás. Mi padre es ingeniero electromecánico y cibernético graduado en el Massachussets Institute of Technology. Es el primer alumno en la historia de esa universidad en obtener logros diversos: cursar simultáneamente dos carreras, ser Mexicano y obtener el promedio de diez en sus dos grupos. Mi madre es intérprete traductora nació en portugal y conoció a mi padre en Estados Unidos durante un viaje para celebrar sus 16 años. Han tenido una vida exitosa, excepto por un pequeño inconveniente, nunca pudieron tener descendencia.

¿Y, yo? Mi madre fue empleada doméstica de ellos. Durante un fin de semana, mientras se encontraban de viaje, un hombre se le metió a la fuerza y la sodomizó. La encontraron desnuda amarrada de un arbol y sangrando de todos sus orificios, le arrancaron un seno a mordidas. Se imaginarán de donde vengo. Claro que nadie me lo platicó, encontré un averiguación previa entre los documentos de mis padres. Ella intentó arrancarme de sus entrañas metiéndose un gancho entre las piernas, pero tenía un embarazo avanzado y precipitó el parto. Se le metió una bacteria en la sangre y murió. Por eso me apellido Icaza Medeiros y no López a secas.

Ultimamente me concentro mucho en la respiración. Somos como un un reloj incansable, el pecho se infla y se desinfla todo el tiempo y casi nunca estamos conscientes de ello. La última vez que comí con ellos conté 1345 respiraciones. No encontraba en otra cosa mejor en que entretenerme ya que ellos se dedicaban a fumar y a vaciar vasos con whisky sin dirigirme la palabra.No se donde comenzó a romper todo. El espejo me regresa un cuerpo ancho, regordete, una piel morena obscura y un rostro idéntico a la de los mayas de Chichen Itzá. No importa cómo vista me han confundido como chofer, albañil, jardinero, mensajero, con todo. Estoy tan familiarizado con las disculpas, no a mí a mis padres. Disculpas de todos, directores de escuela, maestros, papás, meseros, dependientes de aeropuertos. Desde niño creían que iba siguiéndolos no como su hijo, sino para mendigarles un peso para un taco. Como niño se desvivián en consentirme y regalarme cosas. Se cansaron de ir a quejarse con los maestros de los apodos que me ponían mis compañeros en los carísimos colegios católicos a los que me inscribieron. Hasta les recomendaron inscribirme a una escuela de gobierno para que me pudiera "relacionar" mejor con mis compañeros.Con la adolescencia entré en el ostracismo natural del cambio de cuerpo. A mi mamá le chocaban los pelos que me salían como bigote, parecía emperador Azteca. Poco a poco nos fuimos silenciando cansados de tener que convivir con nuestras diferencias abismales. Se acabaron los cariños y la condescendencia, y me empezaron a tratar como jardinero, chofer y albañil. "Arreglate el jardín, no seas holgazán"; "Vete al super a surtir la lista"; "Cambia las chapas de la casa" y un largo etcétera.

Mi respiración tiene una frecuencia mucho mayor a la habitual, hice algo de trabajo en la cisterna. Aunque estoy acostumbrado a cargar, hoy ha sido demasiado. Tengo lista una mezcla de cemento, debe tener la cantidad justa de grava y agua para que cuaje adecuadamente y solidifique en menos de 6 horas. Por ahora dejaré de preocuparme por mis papás, han decidido retirarse a su departamente en la Joya y no piensan regresar. Me han dejado encargado de todo aquí. Al menos eso es lo que diré, si alguien pregunta. Al fin yo solo soy el cuidador. Juan López, a secas.

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